El árbol del Neem, Azadirachta índica, "la farmacia del pueblo" como la denominan los chamanes del Sudeste Asiático, que no van nada desencaminados, es originario de los países de Asia meridional. Ha sido utilizado como medicina desde tiempos remotos y son múltiples las referencias sobre su eficacia de sus tratamientos que aparecen en los escritos de medicina ayurvédica.
Se utilizan todas sus partes: corteza, hojas, fruto, flores y raíces y cada una con aplicaciones muy beneficiosas que van desde plangicida hasta anticonceptivo.
La corteza es útil para las enfermedades bucodentales, la tos, perdida de apetito, fatiga y parásitos intestinales. Cura las heridas y es útil en enfermedades de la piel.
Las hojas, según el Ayurveda, ayuda en el tratamiento de los dolores neuromusculares, también están indicadas para eliminar toxinas, purificar la sangre y prevenir el daño causados por los radicales libres. En caso de mordedura de serpientes y picaduras de insectos.
Los frutos son purgantes y antihemorroidales.
De las semillas se extrae el aceite, un gran producto medicinal.
El árbol de Neem se puede utilizar tanto de forma interna en infusiones o preparados y de forma externa para tratar problemas de la piel, que es lo que en este caso nos interesa.
Su aceite es rico en ácido oleico, que de da propiedades emolientes. Es un potente antibacteriano y muy activo con los hongos y aleja ciertos parásitos de la piel. Y combinado con el árbol de té una fórmula excelente contra el herpes labial, de lo que doy fe.
En pieles con psoriasis, que es para lo que hice este jabón, ayuda a suavizar y nutrir la piel. Alivia los picazones e irritaciones que produce.
También seria un jabón perfecto para pieles con problemas como eccemas.
Lo peculiar de este aceite es el olor, no tolerado por todo el mundo, y difícil de disimular, aunque por sus fantásticas propiedades, merece la pena su uso a pesar del olor.
Personalmente no me molesta y combinado con otros aceites esenciales puede pasar más desapercibido. De hecho hice una emulsión para una niña con eccema en la piel, con el temor de que el olor no le gustase y al contrario, estaba encantada.
Para potenciar sus propiedades emolientes le añadí mantecas de karité y de hueso de albaricoque, muy suave y con gran capacidad de penetración en la piel, que ayuda a mantener la piel hidratada, suave y flexible.
Los aceites esenciales además de darle aroma tienen propiedades antisépticas y antiinflamatorias.
Para complementar la labor del jabón en la piel, una emulsión también de Neem, que ayuda a mantener la nutrición y flexibilidad de la piel.
Indicado para pieles con psoriasis, agrietadas, rugosas y muy secas. También es un potente cicatrizante.
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