lunes, 6 de mayo de 2013

Jabón de karité y rosa mosqueta

Un jabón enriquecido con rosa mosqueta y manteca de karité, que aportan más beneficios a este fantástico jabón.

La rosa mosqueta es considerado como uno de los regeneradores dérmicos más poderosos que existen. Contiene gran cantidad de ácidos linoleico, linolénico, oleico y araquidónico que se relacionan directamente con la síntesis del colágeno.  Contiene también taninos, flavonoides, vitamina C y betacaroteno.



Tiene múltiples propiedades: retrasa la aparición del envejecimiento prematuro, suavizando las líneas de expresión, previene las arrugas y es un tratamiento eficaz en la regeneración de las zonas afectadas por quemaduras e incluso radioterapia, así como las producidas por el acné y las cicatrices quirúrgicas. Aclara y reduce las manchas oscuras que aparecen con la edad, aunque hay que tener cuidado con su exposición al sol porque es fotosensible y pueden aparecer manchas. Previene las estrías, mejora la dermatitis atópica.


La manteca de karité es un excelente hidratante de las pieles secas y dañadas, también tiene un efecto cicatrizante y reparador. Mejora la elasticidad de la piel y tiene propiedades suavizantes y reestructurantes. Calma las pieles irritadas y es un gran aliado contra el envejecimiento.  Aunque  lo parezca por su untuosidad es una manteca no comedogénica, es decir, no produce granos ni obstruye los poros.


Estos dos elementos junto con el resto de aceites y la leche de coco dan como resultado un jabón ideal para pieles maduras y estropeadas, pero también para mantener las pieles jóvenes. Da una espuma cremosa y untuosa que deja la piel limpia, tersa y sin tiranteces, nutrida e hidratada.

 
Ingredientes: oleato de escaramujos en aceite de oliva, aceites de coco, palma, ricino y rosa mosqueta, mantecas de cacao y karité, leche de coco, infusión de pétalos de rosa, NaOH, aa.ee. de pachuli, ylang-ylang, rosas, tintura de benjuí y pétalos de rosas en polvo.



jueves, 2 de mayo de 2013

Plancha antigua decorada

Un poco de historia

Las ropas libres de arrugas han sido un símbolo de refinamiento, pulcritud y categoría social durante 2.400 años como mínimo, si bien nunca fue fácil conseguir el efecto deseado. Todas las planchas primitivas empleaban la presión. Sólo algunas utilizaban el calor para eliminar arrugas o formar pliegues en las prendas recién lavadas.

En el siglo IV a.C., los griegos usaban una barra de hierro cilíndrica calentada, similar a un rodillo de amasar, que se pasaba sobre las ropas de lino para marcar los pliegues. Dos siglos más tarde, los romanos ya planchaban y plisaban con un mazo plano, metálico, que literalmente martilleaba las arrugas. Con estos dispositivos, el planchado era algo más que una tarea prolongada y tediosa. Era un trabajo de esclavos que hacían los esclavos.

En algunas estampas chinas del siglo IV también se ven algunos artefactos en forma de plancha.

Incluso los belicosos vikingos del siglo X apreciaban las prendas exentas de arrugas, a menudo plisadas. Empleaban una pieza de hierro en forma de hongo invertido, que movían adelante y atrás sobre la tela húmeda. Los historiadores de la moda aseguran que la dificultad de formar los pliegues servía para establecer la distinción entre las clases altas y bajas en materia de indumentaria. Los campesinos no tenían tiempo para planchar con tanto esmero, y los pliegues eran un signo externo de que se contaba con esclavos o sirvientes.

Hacia el siglo XV, las familias europeas acomodadas utilizaban la plancha llamada “caja caliente” provista de un compartimiento para carbón o un ladrillo previamente calentado. Las familias más pobres todavía utilizaban la plancha sencilla de hierro, con mango, que se calentaba periódicamente sobre el fuego. La gran desventaja de esta plancha era que el hollín se adhería a ella y pasaba a las ropas.

Cuando se instaló la iluminación de gas en los hogares, en el siglo XIX, muchos inventores idearon planchas calentadas con esa forma de energía, pero la frecuencia de los escapes, explosiones e incendios aconsejó llevar las ropas arrugadas. El verdadero boom en el planchado llegó con la instalación de la electricidad en las casas.

El 6 de junio de 1882, el inventor neoyorquino Henry W. Weely obtuvo la primera patente de su país para una plancha eléctrica. Aunque su concepto de espiras resistentes al calor era imaginativo, la plancha en sí era poco práctica. Sólo se calentaba lentamente enchufada en su soporte, y se enfriaba rápidamente. En 1906, cuando Richardson decidió lanzarse a la fabricación de planchas, dio precisamente este nombre a su producto.

Las planchas eléctricas presentaban el mismo problema que los demás aparatos eléctricos de la época, con la única excepción de la bombilla. Hacia 1905 muchas centrales eléctricas no ponían en marcha sus generadores hasta la puesta del sol, y los paraban al despuntar el día. Así pues, la familia que deseaba beneficiarse de las nuevas comodidades, como la tostadora eléctrica, la cafetera eléctrica, el reloj eléctrico o la plancha eléctrica, sólo podía conectar sus aparatos durante la noche. La salida del sol acallaba el zumbido del progreso.

En 1926 las primeras planchas de vapor fueron consideradas unos artilugios que no cubrían una necesidad auténtica, pese a que, según se aseguraba, su persistente humedad impedía chamuscar la ropa. Toda vez que un planchado cuidadoso también evitaba la chamusquina. La novedad no tuvo éxito. En los años cuarenta, los confeccionistas presentaron una amplia variedad de tejidos sintéticos a prueba de manchas y que casi no necesitaban planchado, pero las pocas veces que lo requerían podían derretirse como la cera bajo una plancha caliente y seca.

En tanto las primeras planchas de vapor sólo tenían un orifico de salida, las que aparecieron en los cuarenta tenían dos. Después llegaron a tener cuatro y hasta ocho. Los orificios se convirtieron en un ardid de marketing. Si ocho eran útiles, dieciséis habían de doblar el atractivo. Los agujeros, claro está, se hicieron cada vez más pequeños.


 




Me encantan las cosas antiguas y no tengo más porque no tengo donde ponerlas. Esta plancha me la regalo hace unos años mi cuñada. De aquella tenía más tiempo y más ganas, todo hay que decirlo, y decidí pintarla. Me apetecía cambiarle el aspecto sin que perdiese su esencia y creo que lo conseguí. Me hice con el pie y ahí la tengo, como oro en paño.





miércoles, 1 de mayo de 2013

Jabón de karité y naranja


Un jabón refrescante que hidrata y nutre en profundidad gracias a la manteca de karité. Sin ningún tipo de colorante, el zumo de naranja le da ese maravilloso color. Ligeramente exfoliante gracias al polvo de cáscara de naranja, se puede utilizar tanto en el rostro como en el cuerpo.


La naranja es un antioxidante natural que neutraliza el daño de los radicales libres y reduce la oxidación celular, gracias a la vitamina C, que también ayuda a crear colágeno, la proteína utilizada para formar la piel, los ligamentos y los vasos sanguíneos, con lo que repara y mantiene en buen estado tanto los tejidos internos como la piel.
                                    Fuente: Internet

El karité es un árbol de hasta 15 metros de altura de las sabanas arbóreas del oeste de África. El nombre de karité significa árbol de mantequilla. Este árbol puede vivir hasta tres siglos y el diámetro del tronco puede medir hasta un metro.



La manteca de karité es un eficaz preventivo del envejecimiento de la piel. Actúa recubriendo la piel con una película invisible para evitar la deshidratación y la protege de las agresiones externas: sol, viento, cambios bruscos de temperatura. Es un excelente regenerador de los tejidos, calma las irritaciones, un excelente antiestrías y también evita la aparición de grietas en el pecho durante la lactancia. Nutre en profundidad la piel y le proporcionan elasticidad.




Ingredientes: aceites de oliva (oleato canela), palma, coco, manteca de karité, zumo de naranja, NaOH, aa.ee. de patchuli, mandarina y piel de naranja en  polvo.

lunes, 29 de abril de 2013

Capilotes

Eco y Narciso, pintura de John W. Waterhouse
Cuenta la mitología que Narciso era un joven muy hermoso. Las doncellas se enamoraban de él, pero las rechazaba. Una de ellas, herida por su amor, era la ninfa Eco, quien había disgustado a Hera y por ello la había condenado a repetir las últimas palabras de aquello que se le dijera. Eco fue, por tanto, incapaz de hablarle a Narciso de su amor. Un día cuando él caminaba por el bosque, acabó separándose de sus compañeros. Cuando él pregunto: "¿Hay alguien aquí?" Ella respondió: "Aquí, aquí". Incapaz de verla oculta entre los árboles, Narciso le gritó: "¡Ven!". Después de responder "Ven", Eco salió de entre los árboles con los brazos abiertos. Narciso, cruelmente se negó a aceptar su amor, por lo que Eco desolada, se ocultó en un cueva donde se consumió hasta que solo quedo su voz. Para castigar a Narciso, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. Contemplando su imagen absorto, incapaz de apartar la vista acabó arrojándose a las aguas. En el lugar donde su cuerpo había caído,  creció una hermosa flor que hizo honor al nombre y a la memoria de Narciso.
                               Fuente: Internet
Y en su memoria se llenan los prados de esta hermosa flor. En la zona de Riaño, en el norte de León, se les llama capilotes. Ahora están en plena floración. No pude hacer fotos a los prados porque ha nevado durante todo el fin de semana. Pude coger un ramillete.
Si tenéis oportunidad de ver los prados cuajados de estas flores amarillas no la dejéis pasar. Visitar esta zona de León, junto a los Picos de Europa.




jueves, 25 de abril de 2013

Emulsión hidratante para las manos

Las manos dicen mucho de nosotros, son una tarjeta de presentación y son como un libro abierto a lo largo de nuestra vida.


Estas son unas manos trabajadas y trabajadoras, de una vida dura, sencilla, expuestas al sol y el agua casi siempre fría. Unas manos que trabajaron la tierra y jamás conocieron un guante y poca crema, pero ahí están descansando en un regazo que ya vivió lo suyo y en el que tuvimos consuelo más de una generación.
Este es un pequeño homenaje a unas manos que conocí muy bien, que me dieron más de una caricia, son las manos de mi abuela. Arrugadas y con las huellas de una larga vida…. Pero no os podéis imaginar como era la piel del resto del cuerpo que nunca le dio el sol ni la intemperie, murió con 96 años y su piel parecía la de un recién nacido, algo reseca, porque era de las que no perdían el tiempo en “unturas” como decía ella. No había manera de que se diese una crema. Y ahora va la nieta y le sale “potinguera”….

Siempre he tenido el problema de las manos secas y como cardos. Las puntas de los dedos se me ponen como papel de lija. Y las uñas no había manera de tenerlas un poco largas e igualadas, siempre estaba la oportuna que se rompía, así que hace 3 años decidí ponerme las de porcelana que he llevado hasta hace poco que me cansé. Daba gusto ver esas uñas. Ahora que me las quite decidí ponerle remedio a estas uñas quebradizas y a mis manos, más bien los dedos, de lija...
La verdad es que pensé que al quitar la porcelana las uñas estarían peor, pero no, un poco quebradizas pero no más de lo que las tenía antes. Sabía que el aceite de ricino es un remedio desde siempre para las uñas y las pestañas, y en el santo foro de mendrulandia, no recuerdo quien utilizaba el aceite de ricino con cola de caballo, así que manos a la obra, un oleato concentrado y aquí está la emulsión.


Es un linimento oleocalcáreo, que aunque en un principio parece muy aceitoso, me encanta como deja las manos, no hace falta utilizar mucha cantidad, es mejor extender y masajear, también las uñas, y si es necesario repetir, a no echar mucho y que no absorba todo, siempre se puede retirar el exceso con papel.
Esto no es milagroso y como en casi todo tratamiento natural la constancia y paciencia es primordial, pero ya noto las uñas menos quebradizas y ya no se me rompen tanto.
Y en cuanto a piel de las manos, da gusto como las deja, parece terciopelo. En cuanto las mojo, y si estás cocinando es muy a menudo,  se me resecan una barbaridad, se levantan pieles, se agrietan los dedos... y para eso va fantástico, además tiene un aroma estupendo.

El linimento oleocaláreo, también llamado "aceite de nieve" tiene sus orígenes en la Edad Media. Desde siempre se ha utilizado como remedio en las quemaduras. Es una mezcla a partes iguales de agua de cal y aceite, tradicionalmente aceite de oliva.
Los linimentos oleocalcáreos tienen múltiples usos, desde la simple hidratación de la piel, tratamiento de las quemaduras por excelencia, la limpieza y tratamiento de las irritaciones del culete de los bebés, leche limpiadora, para los encamados y escaras, eccemas, irritaciones... tengo uno que incluso me evitó un herpe labial (todavía no me lo creo). Todo depende de la combinación de aceites.
El agua de cal reacciona con el aceite y se obtiene una emulsión grasa muy suave, ideal para pieles sensibles y que deja una película protectora sobre la piel.


Ingredientes: Aceites de oliva, almendras, sésamo, oleato de cola de caballo en ricino, agua de cal, cera de abejas, aa.ee. lavanda y fragancia de muguet.